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David mató a Goliat…con un Honda, un Endô y un Okazaki

27 junio 2010

Acostumbrados que estáis a leerme cosas que no tienen nada que ver con el deporte, a lo mejor esto os da exactamente igual. No me importa. Tenía la necesidad de escribirlo.

Muchos de los de mi generación nos hemos criado con cierto anime de un chaval con gorra que era el Casillas de un equipo de fútbol de instituto, junto a otro chaval que cuando le daba por meterle zurriagazos al balón podía uno echarse a temblar. Hablo de Capitán Tsubasa. Para los colegas, Oliver y Benji. Y cualquiera que haya visto la serie seguirá teniendo el concepto de que en Japón la gente se flipa en exceso con esto, y que el fútbol allí es así.

Quería que más de uno se quedase a cuadros cuando viera cómo Dinamarca acababa tirándose de los pelos frente a unos señores bajitos, de pelo negro y castaño (menos uno que es rubio de bote) y con más aguante que el partido de tenis de Isner y Mahut. Y lo conseguí.

Viendo el partido en un centro comercial donde no había casi nadie prestándole atención, y donde la gente se sentaba cinco minutos y se iba. Y ahí estaba yo, viendo si pasaban de ronda o no, sin quitarle ojo a los samuráis azules. No podía tardar en llegar la sorpresa. Y llegó, 17 minutos después de llegar allí tras bajarme del autobús después de machacarme la cabeza estudiando en la biblioteca.

Nuestro amigo el rubio de bote, es decir, Honda, mandó un misil con la pierna izquierda contra el que Sorensen no pudo hacer absolutamente nada. Euforia y un sonoro «¡goooooooool!» fue lo que sonó en la zona habilitada para ver los partidos, y conforme sonó la gente se fue yendo. Increíble.

Trece minutos después, la misma situación. Falta directa y se preparaba Honda para tirar. Pero no. Sabía que tenía que ser él. Ya le había visto en el Gamba Osaka hacer de las suyas, y pensé que esta era la suya, la ocasión de Yasuhito Endô. No me equivoqué. Le pegó seco y con rosca. Sorensen volvió a comérsela entera y yo me quedé con la boca abierta. Ya sí se iba sumando más gente a ver aquel espectáculo, porque era un espectáculo. Japón, una selección acostumbrada a perder, dominando a Dinamarca. Aquello era para mear y no echar gota. Lo más gracioso es que los japoneses no bajaban el ritmo. Igual siempre: robando balones, atacando y creando ocasiones, estuvieran cerca del descanso o no.

Morten Olsen, el entrenador danés, empezó a desesperarse y a hacer cambios en un equipo muy incapaz. Igual se pensó que necesitaban a su particular Beowulf contra aquel Grendel tan enorme que era el conjunto japonés al completo. Lo intentaron por activa y por pasiva, pero lo mismo que Grendel llevaba un amuleto contra cualquier arma, parecía que los nipones seguían la misma tónica: si no era el palo, era Kawashima el que paraba, o Tulio y Nakazawa los que neutralizaban el peligro. No hubo manera, y conforme fue avanzando el crono, las cosas se fueron poniendo más y más cuesta arriba. Incluso Sorensen casi se tragó una falta de Endô lanzada con picardía, que al final se estrelló en el poste.

Minuto 80 de juego. Hasebe «empuja» a Agger en el área, y el árbitro pita penalti. Un penalti que no fue, al igual que varias tarjetas que no lo fueron durante el partido. Fue Jon Dahl Tomasson el encargado de lanzar la pena máxima, y sabiendo el horrible partido de Tomasson (totalmente descoordinado, con errores de lo más básico), pensé que Kawashima tendría ante sí la misma situación que ante el amistoso contra Inglaterra que al final perdieron. No me equivoqué. Tomasson lanzó el penalti igual que el inglés Lampard, y Kawashima volvió a pararlo. Esta vez entró de rebote, y Tomasson se lesionó.

Se ve que además la madre de Grendel y el dragón se unieron a la fiesta, porque poco pudo hacer Dinamarca tras esto. Y el éxtasis vino casi al final del encuentro. Teniendo Honda la posesión del balón, en el a´rea pequeña hace un regate de tacón que deja completamente vendido a Rommedahl, y sirve el balón en bandeja a Okazaki, que marca a placer. Aquello fue un espectáculo. Los comentaristas alucinando con lo que veían, yo sin creérmelo y los que había allí pensando que de dibujos animados nada, que aquello era real. Y bien real.

Y así lo tuvieron que ver todos los que prestaban atención al partido. El País del Sol naciente dio un recital en Rustemburgo de cómo tienen que hacerse las cosas, y dejó boquiabierto a todo el mundo. No es para menos: yo me quedé igual. Tanto que se hablaba de la grandiosa España, de La Roja…juro que yo vi lo que debería haber sido el juego de España, pero enfundado de azul y con gente con dos cojones y un juego en equipo que asustaba. Japón ganó. Su próximo rival es Paraguay, equipo al que no hay que desmerecer en absoluto. Y si España y Japón ganan…entonces la katana tendrá que servir de estoque para parar al toro. De momento, Beowulf, Hrothgar y la tribu danesa cayeron a manos de un samurái rubio y dos ninjas. Para la historia, garantizado. El que se creía que era el David mató a Goliat, pero no con una honda, sino con un Honda, un Endô y un Okazaki. Échense a temblar, porque esto va a estar al rojo vivo! Forza Nippon!

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